Que desaparezca una persona sin dejar rastro y acaso evidencias es algo increíble,y aún más si aparece en un sitio o tiempo desconocido. En la web circulan diversos casos, tantos que para esta nota se tomarán primero las desapariciones, que pudieran ser por paso a otras dimensiones, o por el fenómeno ovni.
Se intenta dar rigor y carácter científico a la nota, así que se descartarán casos como los de Benjamín Bathurst, David Lang y Orion Wiliamson, aunque son relatos clásicos sin respuesta.
En cuanto a las apariciones misteriosas, hay que reseñar el caso de Joseph Vorin, habitante de Laxaria; de Kaspar Hauser, los niños verdes de Badajoz, los niños verdes de Woolpit, entre otras.
En cuanto a desapariciones extrañas, señalar el falso caso del científico Gustav Ferdinand von Kelps.
Casos como el de Owen Thomas sí parecen sin respuesta, y cuesta comprobar su veracidad.
José María Trejo y Juan Carrizosa, hacia las dos menos cuarto de la madrugada del 12 de Noviembre de 1976, se encontraban de guardia (cada uno en su garita, alejadas aproximadamente unos 60 m una de la otra) en la llamada zona de combustible de la Base Aérea de Talavera la Real (Badajoz). Cuando comenzaron a escuchar unos ruidos extraños, al principio parecían interferencias radiofónicas, pero se transformó en un silbido agudo y penetrante que hacía daño a los oídos.
Los soldados comenzaron a preocuparse pensando que alguien hubiese penetrado en el área militar, pero tras cinco minutos, el sonido cesó.
Trejo grito a su compañero Carrizosa si lo había oído y éste respondió que si. Prepararon sus armas, subfusiles “Z-62″, con la munición reglamentaria, y realizaron una inspección ocular en los alrededores. De nuevo, comenzó a producirse el sonido, tan intenso que parecía que les iba a estallar la cabeza. Pasados cinco minutos, al igual que la vez anterior, dejo de oírse y observaron en el cielo una claridad, sobre su misma vertical, parecido a una bengala, que duró unos 15 o 20 segundos.
José Hidalgo, otro compañero se acercó hasta las garitas, acompañado de uno de los perros-lobo, preguntando a éstos si habían visto el resplandor.
Temiendo que alguien hubiese penetrado en las instalaciones con alguna intención de sabotaje, decidieron avisar a Pavón, el cabo de guardia. Éste, les ordenó que realizaran una inspección ocular.
Con las armas cargadas, comenzaron a caminar en paralelo con la tapia que separa la carretera general de la Base. Al ver que el perro, especialmente entrenado para estos casos, no mostraba ningún signo de inquietud, iban más tranquilos. Pero de repente, cuando llevaban andados unos 300 metros, sintieron como un remolino y escucharon como se rompían unas ramas de un eucalipto cercano.
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sábado, 7 de febrero de 2015
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